El corazón del Cuzco Incaico yacía bajo la desafiante montaña de Sacsayhuamán, sobre una elevación entre dos pequeños ríos. Ahí, cerca de la plaza principal de los Incas, hoy la Plaza de Armas, se erigía un distrito llamado Pumacurco – la columna del Puma.
Cuenta la tradición que el Cuzco fue diseñado por el Inca Pachacútec, el gran transformador del Imperio Incaico, en forma de un gigantesco gato de montaña – símbolo de poder y fuerza en el mundo de los humanos– y por el centro de esta “columna del Puma”, corría una elevación prolongada, conocida como Amaru Qata; la Cuesta de la Serpiente.
Aquí se conformaba el eje ceremonial que unía el templo y el enclave imperial de Sacsayhuamán con el Qoricancha, el templo principal de los Incas, media milla montaña abajo. Según el cronista mestizo del siglo XVI conocido como El Inca, Garcilaso de la Vega, en algún lugar del Amaru Qata se erguía el hogar familiar del último gran emperador, Huayna Cápac, y aquí, también, estaban el Yachayhuasi, colegio donde se educaba la nobleza Inca, y el Huarakos, la academia militar de los Incas. Hoy en día, el antiguo Amaru Qata es interrumpido por una pequeña e íntima plazoleta colonial española, conocida como Nazarenas. El Palacio Nazarenas, que ocupa la esquina Nor-Oriental de esta plaza, fue construido sobre una de esas edificaciones Incas, y podría haber cubierto parte de ambas.
La fachada del edificio español consta de elementos que dan testimonio de sus afiliaciones ancestrales con la Cuesta de la Serpiente. El voluminoso escudo de armas tallado en piedra, sobre la entrada principal, muestra dos bestias míticas con colas de serpiente, mientras que las numerosas piedras sobre las paredes exhiben pequeñas serpientes en alto relieve. Esas piedras fueron tomadas de antiguas construcciones Incas y reutilizadas para la construcción Española en un estilo colonial temprano conocido como “transicional”, el cual se vio fuertemente influenciado por la estética del trabajo en piedra de los Incas, así como sus técnicas de construcción.
Luego de la conquista del Cuzco por los españoles, éste fue dividido en parcelas y repartido entre los conquistadores originales, y éstas construcciones Incas cayeron en manos de uno de los más pintorescos de ellos; Mancio Sierra de Leguízamo. Este famoso fanfarrón se ufanaba de haber estado presente durante la captura de Atahualpa (y no lo estuvo), de haber liderado el asalto a Sacsayhuamán durante la rebelión de los Incas (no hubo testigos que lo corroboren), y lo que lo hizo aún más famoso; de haber recibido el más precioso de los íconos de los Incas, el Disco del Sol de Oro del Qoricancha (lo cual es altamente improbable). Mancio decía haber perdido esta pieza esa misma noche jugando a los dados, dando lugar al dicho popular español: “perder el sol antes de que salga.” Murió en 1589, pero renunció a la propiedad de Pumacurco muchos años antes.
A mediados del siglo XVI, Cuzco vivía en medio de una gran turbulencia debido a las peleas entre los conquistadores por el botín de la Conquista; muchos llegaron a desafiar a la Corona Española. En ese contexto, la propiedad cambió de dueño varias veces, pero entre los más recordados está Doña María Calderón. En 1546, Doña María resultó implicada en una oscura intriga que le costó la propiedad de la misma –y su vida– a manos de Francisco de Carvajal, un sanguinario conquistador apodado “el Demonio de los Andes”. El demonio envió esclavos africanos para que ahogasen a esta mujer (¡quien era nada menos que su madrina!) en su propia casa, y luego hizo colgar su cuerpo de la ventana de la esquina que hasta hoy mira a la Plazoleta Nazarenas.
por Peter Frost.